De la muerte


¿Estar conscientes de la muerte nos hace estar más vivos?, figurativamente hablando. A algunos les produce urticaria saber de ella. Otros quieren llegar a ella, tal cual una decisión tomada. Unos lo logran. Otros lo intentan muchas veces sin éxito. Y otros tantos con una vez les bastó para no repetirlo. Algunas otras personas la han tenido de cerca, sin ser premeditado. Y sienten que tuvieron una segunda oportunidad al seguir vivitos y coleando, dijeran por ahí. Me pregunto: ¿de dónde nace el miedo a ella?, ¿de dónde la aversión?, ¿de dónde el amorío para algunos?. 

Cuando estaba subiendo un volcán llamado Tliltépetl, localizado en Puebla, México, tuve un resbalón. Literalmente resbalé, sobre rocas nevadas y en pendiente. Esto provocó que por más que intentara agarrarme de algo, sólo iba cuesta abajo. Por fortuna, mis compañeros que venían en hilera subiendo usaron sus bastones para detenerme. Si ellos no hubiesen accionado, no sé hasta dónde me hubiesen recogido. Ni en qué estado. Esta foto se tomó antes de emprender camino para subirlo. 

Creo esto que cuento es la experiencia más cercana a una ¿muerte? que he tenido, dada la altura y el precipicio en cuestión. ¿Eso me hizo más consciente de la muerte?, definitivamente sí. Y creo que gracias a ello me volví un poco más precavida. En esa ocasión mi calzado no era el más adecuado para la nieve y no lo quise tomar en cuenta. Gran error. Desde entonces, tomo muchas consideraciones previas a algún paseo o aventura de ese tipo. Caso contrario a uno de mis hermanos, que también estaba en esa expedición. Él se alentó a seguir buscando ese tipo de adrenalina. Un ejemplo de ello es la visita que hizo al Sótano del Popócatl donde acudió a realizar rápel. Con un pequeño detalle: sin entrenamiento previo en caída vertical. Esto provocó que su ascenso de 40 metros se transformara en un tormento durante 8 horas aproximadamente. Quedó bastante lastimado, por el tiempo en que estuvo pendiendo de las cuerdas y el sobreesfuerzo que tuvo que realizar para poder llegar de nuevo a arriba. Cuando me contó su experiencia parecía muy afectado y dispuesto a tomarse más en serio esas cosas. Sin embargo, pasado un tiempo volvió a las andadas, como decimos por aquí. Sigue buscando experiencias extremas sin pensar demasiado en las consecuencias y el peligro implicado.

¿Y qué pasa con los espectadores?, es decir, a los que la muerte nos deja para ver cómo ella se lleva a alguien cercano. En mi caso, me enseñaron que la muerte es algo natural. Cada año ponemos ofrendas de comida a nuestros seres queridos que han partido de esta dimensión, lo tomamos como una visita espiritual que nos hacen. En México es parte de nuestra cultura este tipo de acercamiento. Yo crecí poniéndole ofrendas a mis abuelitos, aún sin llegar a conocerlos. Cuando nací, 3 de ellos ya habían fallecido. Y el último falleció cuando yo acababa de cumplir 3 años. No tengo recuerdo alguno de él. Aún así me emocionaba colocar el altar en casa con su respectiva ofrenda, sólo por el hecho de saber que fueron padres de mis padres y que para ellos tenía todo el sentido del mundo seguir esa tradición. No obstante, puedo decir que fue muy distinto tener que lidiar con la pérdida por primera vez, por mucho que llevaba años sabiendo que la muerte existe y que a todos nos va a llegar. En mi caso provocó varios sentimientos. Recuerdo desde el desconcierto al no encontrar lógica en un ciclo que se sale de lo natural. Pasando por el enojo, la rabia por no entenderlo. La tristeza profunda al darte cuenta que nada de lo que hagas ni nadie puede hacer que esa persona regrese. Y la desolación al rendirte, aceptarlo y empezar a vivir sin esa persona… No sé si en ese orden fue, ni siquiera sé a ciencia cierta si logro englobar todos los sentimientos. Lo que sí puedo decir con seguridad es que desde algún tiempo hasta hoy estoy consciente de que la muerte puede presentarse de forma inesperada. Sí puedo ser más precavida al subir una montaña, pero eso no me exime de la muerte. Y en lugar de tener miedo de vivir por temor a la pérdida, lo veo como si estuviese ganando tiempo. Para mí, un día con cualquiera de mis seres queridos es un día más que atesoraré cuando sólo me queden los recuerdos. O en su defecto si yo me voy primero, quiero pensar será un día más que les quedará para recordarme. 

Cuando me preguntaba al inicio de este texto acerca de las causas del miedo, de la aversión o de un romance figurativo con la muerte sabía que llegaría a este punto de reconocer que no podemos generalizar en esto. Es decir, cada quien lo vive y lo siente de diferente manera. En mi caso expuse aquí un par de experiencias que me llevaron a ciertas conclusiones, incluso cuando escribí de la pandemia mencioné ciertas cosas también acerca de la muerte. Sin embargo, son mis muy particulares puntos de vista. Al final, creo que el dolor de partir y dejar partir es inevitable. Y he recordado que cada uno afronta y lidia con ello como mejor puede. Creo lo más importante es respetar los duelos, tiempos y procesos de cada quien en torno a este tema, ¿ustedes qué opinan?. 

Todavía no despediré el 2020 en este blog, así que esperen mi última entrada del año 😛

De mientras les y nos deseo unos felices días 🙂


16 respuestas a “De la muerte”

  1. hola
    es totalmente cierto que cada uno vive la muerte de una manera. Yo soy bastante racional, mi mayor miedo siempre era morirme siendo mis hijos pequeños… pero mira, ahora son unos mocetes. Yo sobrevivi a un accidente de trafico bastante complicado pero tampoco me plantee que podria haber muerto. Ademas, soy de las que viven el momento, siempre he procurado hacer lo que me ha gustado y ser feliz, asi el dia que me vaya todos podran sonreir y decir que he disfrutado a tope de la vida
    Gracias por la entrada
    Feliz Navidad
    Besotessssssssssss

    • Muchas gracias por leer, Serena. Qué lindo que disfrutes así la vida y que en ella misma has visto crecer a tus hijos. ¡Feliz Navidad y un abrazo!.

  2. ¡Hola! Wooow la verdad que me has hecho pensar. Sinceramente nunca le he tenido miedo a la muerte. A mis 7 años falleció mi papá y desde muy chica supe que es algo que a todos nos llegará en algún momento. De hecho en mi casa jamás se tocó el tema con pinzas o se mintió respecto a lo que era. Si bien era chiquita, creo que fue la mejor decisión. Desde entonces he aprendido a amar mucho, a amar fuerte porque nunca sabemos que puede suceder el día de mañana. Mi papá falleció en un accidente de autos así que nadie estaba preparado para algo así. Entonces eso me enseñó a decir siempre lo que siento, a disfrutar mi vida y a disfrutar de las personas que me rodean. Si la muerte no existiera, no disfrutaríamos la vida, verdad?

  3. ¡Hola Carla!, gracias por leer y compartir tus experiencias. Exactamente, nunca sabemos qué puede suceder mañana y lo preferible es amar mucho, amar fuerte :'). ¡Un abrazo fuerte y feliz año nuevo!.

  4. ¡Hola, hola!

    Hay gente que teme mucho a la muerte, personalmente la tengo muy asumida. Desde el día que nacemos nos estamos muriendo

    Mil besos,
    Celia | 1000 LIBROS blog.

    • ¡Qué gusto leerte por aquí, Celia!, gracias por compartir tu perspectiva del tema :), ¡un abrazo!

  5. Para mí cada circunstancia es diferente. Mi primer contacto con la muerte fue en un velatorio cuando tenía unos cinco años y me impresionó. Aunque se trataba de una persona anciana, verla dentro del ataúd cubierto por un cristal me dejó muy tocada, no lo entendía porque par mí aquella mujer estaba dormida y así, no podía respirar… aún la recuerdo como si fuese hoy a pesar de los años transcurridos.
    Mi segunda experiencia fue con mi abuela. Ella se murió agarrada a mi mano. Yo tenía once años y ella noventa y muchos. Aquello me volvió a impresionar. Murió en mi cama y cogida de mi mano. Tuvieron que cambiar los muebles porque no era capaz de dormir allí. Un par de meses después me pareció verla salir del portal de mi casa y despedirse con una mirada.
    La siguiente fue mi prima, casi mi hermana pequeña, en vísperas de mi cumpleaños. El día de su entierro fue mi aniversario más amargo… tenía ventisiete años y murió de la manera más tonta en un accidente sin haber cobrado su primer sueldo. Tardé más de un año en reponerme y varios en perder aquel regusto de tristeza.
    Luego hubo bastantes parientes y conocidos por el medio que me afectaron más o menos. El último fue mi padre que murió muy avanzados sus ochenta. Llevaba tiempo viéndolo bastante cansado y su muerte fue la más serena que he podido contemplar. Se fue con mucha paz y mucho amor.
    Por eso es que cada circunstancia es diferente… Y para la muerte propia… uf, en momentos desesperados alguna vez llegué a desearla pero solo un momento. En general suelo tener cuidado, puede que incluso demasiado pero siempre da algo de miedo ¿qué habrá después? ¿dolerá?

    • Muchas gracias por compartir estas experiencias MJRUIZ, efectivamente cada circunstancia es distinta. En mi caso la curiosidad de saber qué hay después también me hace cuestionarme qué habrá después, incluso he pensado en si los sentidos cambian estando del otro lado. Quién sabe, sólo los que ya cruzaron lo conocen y cuando nos toque la hora (deseo que tiempo, mucho tiempo después) lo sabremos :). ¡Saludos!.

  6. ¡Hola!

    Luego leerte me has dejado pensando en muchas cosas, siendo sincera nunca he tenido miedo a la muerte, pero cuando hace unos años falleció mi abuelita fue muy duro para mi, no podía aceptarlo y me di cuenta que hay que aprovechar el tiempo que tenemos ahora…vivir y compartirlo con las personas que más amamos.

    Siempre es un gusto leerte. Besos♥

    • Muchas gracias Stefany por leer y compartir tu experiencia. Compartimos la idea de vivir y aprovechar el tiempo cuando lo tenemos, después de nuestras respectivas pérdidas. ¡Un abrazo!.

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